“A algunos les gusta el alpinismo. A otros los entretiene el dominó. A mí me encanta la transmigración…
… ser hormiga, jirafa, poner un huevo, y lo más importante aun, encontrarme conmigo mismo en el momento en que me había olvidado, casi completamente, de mi propia existencia”.
Oliverio Girondo - escritor-poeta argentino
El transformarse sin abandonar nuestra esencia. Prestar nuestra corporalidad, nuestras emociones y nuestra voz al personaje que tenemos que encarnar. El cantante/actor al salir al escenario, tiene que transportar solamente su parte artística, lo creativo que anida en sí mismo, lo emotivo.
Tiene que poder desprenderse de todo aquello que lo acerque a las preocupaciones cotidianas. Hacer a un lado los complejos, los miedos, para que su poder espiritual salga a la luz y encarne en el personaje que debe cantar.
En lo cotidiano es costumbre esconder ó disfrazar las emociones, mas que en mostrarlas, más aún en los hombres. Este tipo de “costumbre” no puede subir al escenario con nosotros, porque provocaría la indiferencia del público.
Subir al escenario, tiene sus mecanismos complejos, pero se sube al escenario para emocionar y, para mostrar lo que se sabe hacer. El público asiste al espectáculo deseoso de ser emocionado, de otra forma ¿qué iría a ver?. Para verse tal cual uno es, sería preferible quedarse en casa frente al espejo.
Paradójicamente, justamente lo que el público desea es que se le cuente sobre él, sobre su cotidianeidad, pero emocionalmente. Quiere vibrar al verse identificado, y eso no puede ser posible si el cantante/actor no se implica emocionalmente con su trabajo.
El texto que se canta contiene un mensaje. Es en el mensaje de la obra donde encontraremos el sustento para involucrarnos. Todo nuestro ser debe ser el puente emocional entre el autor y el público, y tener bien en claro, que ambos merecen nuestro respeto. Sobre todo el público.
Para hacer llegar un sentimiento, valga la redundancia, hay que sentirlo.
El actor teatral posiblemente tenga un poco más de aire en este hecho, ya que su personaje lo va elaborando a medida que avanzan los ensayos, lo que le da más tiempo de “sentir” al personaje. Además cuenta con la mirada e indicación del director, quien le hace resaltar todos los matices del personaje ensayo tras ensayo.
El cantante está limitado en tiempo de ensayo. Por lo general aprende las canciones en soledad, a lo sumo acompañado por un pianista; sin contar con otra opinión que la suya propia. Interpreta el tema musical dejándose llevar, pero sin implicar la emoción requerida y alejarse de su yo básico. También se aferra a estereotipos. Ve videos, donde otros cantantes cantan el papel que debe asumir e imita a éstos, no permitiéndose darse la libertad necesaria para elaborar él mismo sus emociones y crear el personaje desde una nueva perspectiva.
El actor tiene tiempo, que es lo que al cantante le falta. El cantante tiene que concentrarse en un espacio de tiempo muy breve, ya que los ensayos son limitados. Pero, tiene una ventaja sobre el actor de texto, a la par de lo que canta está la música que lo acompaña, y la música por sí sola es transmisora de emociones. Sobre esa base y, sobre su aprendizaje escénico tiene que edificar a su personaje.
Escuchar la música primeramente sin otra cosa que percibirla, motivará a nuestro interior de diferentes y variadas formas, las que se irán transformando en las miradas que iremos dando sobre el personaje. La letra sumada a la música nos irá incorporando emociones que intelectualmente no hubiéramos nunca encontrado. Percepción, sensibilidad, compromiso, emoción, sumadas y potenciadas darán como resultado un personaje creíble, un personaje vivo, al que el público recibirá, también, emocionado.
Resumiendo, tenemos que estudiar el texto a cantar, leerlo, releerlo, qué nos cuenta, de qué habla, a quién la habla, para qué le habla, cuál es el mensaje, percibir las emociones que nos llegan, asociarlas a un color, a una temperatura, a una sensación táctil. ¿Qué imágenes vemos al leer el texto? Dejémonos llevar por ellas.
Luego percibir qué nos sugiere la música, trabajar con ella de la misma forma que hicimos con la letra, las imágenes que vimos ¿vuelven a aparecer ó son otras? ¿Cómo las sumamos o, las descartamos o, las integramos?
En la letra el autor habla y ya nos da pautas. En la música, el compositor, que ya trabajó antes que nosotros con la letra, suma sus visiones y emociones. Ahora nos toca a nosotros alimentar con nuestro potencial la emoción a transmitir, de la única manera posible: creyendo en lo que hacemos, implicándonos emocionalmente.
Se tiene que hacer del aria, la canción ó el texto a interpretar un estreno cada vez que la entonamos. La canción y el texto no sólo se canta ó se declama, es necesario vivenciarlo.
También hay que desvirtuar la falsa creencia de que una repetición implica necesariamente lo mismo que la anterior. Cada repetición tiene un matiz que la hace distinta de la anterior. La repetición no está escrita porque sí, está aportando algo a la obra y es necesario no caer en la monotonía.
Un verdadero artista trabaja constantemente para alcanzar grados de perfección, y lo hace durante toda su vida, jamás encuentra un límite a su aprendizaje porque sabe que entre él y el público no debe existir ninguna interferencia, ninguna barrera que dificulte la transmisión del mensaje, ningún impedimento en donde la comunicación de la emoción sea perturbada.-
Prof. Lic. Hugo Grau - Regisseur
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